La comunicación y la cultura demanda una definición disciplinaria de la
Comunicación Educativa como un espacio problemático para el análisis de las
representaciones sociales. Pero el modo de pensar esta complejidad ha sido más
bien limitada ante el constreñimiento dominante de la mirada informacionista
característica del modelo cienficista de investigación de la comunicación y de
concepción del conocimiento (Sierra: 2005).
La comunicación educativa ha tomando fuerza desde la década de los ‘60, debido a
su identificación como un campo de estudio interdisciplinario que aporta nuevos
conocimientos para la explicación de los procesos educativos, superando el
esquema clásico al incluir factores socioculturales del contexto en el que se
desarrollan dichos procesos educativo-comunicacionales.
El concepto actual de comunicación educativa atribuye al emisor importancia como
sujeto de su propia actividad (autoevaluación) y como evaluador de los
perceptores (ILCE). Así mismo, reconoce el papel del perceptor como sujeto
activo, reflexivo y critico, que también evalúa su propia actividad y posee la
capacidad de evaluar al emisor.
La correlación comunicación-educación, en el marco de los procesos que se
describen, hace necesario repensar los diversos elementos implicados así como la
relación entre cada uno de ellos, de acuerdo con cada situación educativa. Se
pueden distinguir diversas acciones insertas en el terreno de la comunicación
educativa: la investigación, el diseño, la sistematización, aplicación y
evaluación de los factores intervinientes en los procesos de comunicación
involucrados en la enseñanza y el aprendizaje, dentro de los sistemas de
educación formal y no formal.
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